El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) afecta a entre el 2 y el 3 % de la población adulta y alrededor del 1,4 % de la población juvenil. La doctora Marta Soto, directora de Patología Dual en la Clínica López Ibor de Madrid, proporciona estos datos y explica que si consideramos casos con obsesiones pero sin compulsiones, el porcentaje aumenta al 13 %. El TOC se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones que interfieren significativamente en la vida de una persona.
Las obsesiones son pensamientos, imágenes o impulsos no deseados y repetitivos que generan ansiedad, mientras que las compulsiones son conductas o rituales repetitivos que se realizan en respuesta a las obsesiones para aliviar la ansiedad. Por ejemplo, alguien obsesionado con la contaminación puede realizar compulsiones de comprobación y lavado.
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El TOC puede tener un impacto significativo en la vida de quienes lo padecen y en sus familias. El tratamiento, que a menudo incluye terapia cognitivo-conductual y medicamentos, puede ayudar a controlar los síntomas. La pandemia de COVID-19 también ha tenido efectos en las personas con TOC, ya que el miedo a la enfermedad y las medidas de higiene adicionales pueden exacerbar los síntomas.
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