Los brotes psicóticos, caracterizados por la pérdida de conexión con la realidad, pueden manifestarse en personas jóvenes, incluso a partir de los 14 años. Aunque no constituyen un diagnóstico en sí mismos, existen factores de predisposición como antecedentes familiares de trastornos mentales, trastornos del estado de ánimo o del espectro autista.
Prevenir estos episodios es complicado, ya que suelen ser imprevisibles y desencadenados por diversos factores, como el consumo de sustancias psicoactivas o el estrés sostenido en el tiempo.
Las personas en riesgo pueden beneficiarse de terapia individual y apoyo familiar. En caso de que un hijo experimente un brote psicótico, es esencial buscar ayuda profesional lo antes posible, ya que el tratamiento multidisciplinario es crucial para la recuperación y la prevención de futuros episodios.
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Observar cambios en el comportamiento y el estado de ánimo puede ayudar a identificar posibles indicios.
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