La importancia de los abrazos en nuestras vidas radica en su capacidad para desencadenar estímulos beneficiosos tanto física como psicológicamente. Cuando nos abrazamos, se produce una liberación de hormonas que generan una sensación placentera y de bienestar, disminuyendo el cortisol y el estrés, mejorando el sistema inmunológico y elevando el estado de ánimo.
Además, los abrazos fomentan la liberación de oxitocina, una hormona que fortalece los lazos afectivos y emocionales con otras personas, lo que resulta fundamental en la educación familiar, ayudando a mejorar la autoestima y la gestión emocional de los hijos.
La duración óptima de un abrazo para obtener estos beneficios es de al menos 20 segundos, aunque puede variar según las circunstancias y la relación entre las personas involucradas. En última instancia, lo esencial es abrazar hasta que uno se sienta relajado. Los abrazos sinceros e intensos amplifican aún más sus beneficios.
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Estos gestos afectuosos no deben ser meramente por cortesía o costumbre, sino genuinos, espontáneos y cargados de cariño para aprovechar al máximo sus efectos positivos en nuestro bienestar físico y emocional.
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