En la actualidad, si pensamos en el ámbito educativo, una de las primeras palabras que se nos vienen a todos a la cabeza es la de acoso escolar o bullying. Existen numerosos artículos, series de televisión, programas de intervención y tertulias de expertos que abordan este tema, lo que indica el gran impacto social que esta forma de violencia escolar está causando en el mundo.
Tabla de contenidos
¿Qué es el bullying?
El bullying es un tipo de violencia escolar (no el único) que se caracteriza por el uso de la violencia (física, sexual, verbal o exclusión social) de forma intencional, reiterada, valiéndose de una desigualdad de poder y que se produce entre pares o iguales, es decir, entre los propios estudiantes.
Este tipo de agresión está considerada como un virus creciente entre los jóvenes, pero realmente no es algo nuevo, sino que ha existido a lo largo de toda la historia, camuflada de normalidad, disfrazándolo de formas de juego o de entrenamiento para la vida adulta. No obstante, la evidencia de las consecuencias a corto, medio y largo plazo, ha llevado a que se realicen un gran número de investigaciones y que el foco social caiga sobre este tipo de violencia.
No obstante, sí que puede haberse producido un aumento, tanto de la intensidad como la gravedad. La progresiva expansión de la comunicación con el surgimiento de las redes sociales, así como el anonimato que estas pueden ofrecer, permite que esta situación de acoso escolar aumente generando lo conocido como ciberacoso o cyberbullying. Esto permite que el acoso pueda extenderse a todas las áreas del menor, afectando no solo en el aula, sino a su funcionamiento general del día a día.
El acoso escolar no es algo que finalice cuando la etapa educativa concluye. Sus consecuencias se prolongan a lo largo de todo el ciclo vital.
Factores que influyen en el bullying
Cuando pensamos en los factores de riesgo individuales o personales que envuelven al acoso escolar, es necesario dividirlo en dos categorías: los factores de riesgo que hacen que una persona sea más propensa a producir acoso o a recibirlo.
- Los que reciben acoso: la orientación sexual, la religión, diferencias físicas, diferenciación étnica, baja autoestima, un estilo de afrontamiento y gestión desde la internalización, entre otras.
- Los que producen acoso: rasgos de personalidad agresivos, baja capacidad de inhibición, generalmente peores calificaciones académicas, etc.
No obstante, también existen dos factores más que influyen en este fenómeno:
- Factores sociales: clases sociales bajas o desiguales, acceso cercano al consumo de sustancias, fácil acceso a ambientes con marcada agresividad, ciertos valores sociales…
- Factores familiares: conflictividad parental, nutrición emocional ambivalente, una educación muy rígida o ambigüa…
Esto nos indica que el fenómeno es mucho más complejo que una relación lineal, y que tanto el origen como su intervención tiene que poner el énfasis en su origen multicausal y bidireccional.
Pero la gran importancia que presenta en la actualidad el acoso escolar, no radica solo en su multicausalidad y por tanto en la dificultad de la prevención, sino por las consecuencias que esto produce a corto, medio, largo plazo, no solo a nivel individual sino también social.
Consecuencias del acoso escolar para la víctima
En lo que se refiere a las víctimas, existen una gran variedad de consecuencias, muchas de ellas de gran gravedad. Algunas de las consecuencias que pueden experimentar los niños y adolescentes que sufren de bullying son las siguientes:
- Baja autoestima
- Asunción del rol de víctima
- Sintomatología ansioso/depresivas
- Retraimiento social
- Conductas evitativas y fóbicas
- Aislamiento
- Somatizaciones
- Dificultades para dormir
- Enuresis
- Fracaso escolar
- Sentimientos de culpa
- Marcados sentimientos de ira
- Cuadros de estrés post traumáticos
- Conductas autolíticas
Señales de bullying en menores
También existen ciertas señales que pueden alertarnos de que un menor está siendo acosado, algunas de ellas son:
- Negarse a ir a la escuela
- Alteraciones alimentarias
- Ir del colegio con señales de agresiones
- Desarrollar conductas agresivas en otros contextos
- Negarse a hablar de lo que le ocurre
Sin embargo, aunque lo que primero nos viene a la mente a todos cuando hablamos de consecuencias son las víctimas, sería caer en un enfoque sesgado que nos dificulta enfrentar al problema de forma eficaz ya que existen dos protagonistas más: los observadores y los agresores.
El problema del acoso escolar va más allá de un problema adolescente, es un problema social, donde los implicados en este fenómeno sufren las consecuencias de medidas de prevención e intervención ineficaces.
El agresor escolar y los observadores
En el caso de las personas que ejercen el acoso, también son graves las consecuencias que esta dinámica disfuncional producen para ellos. Algunas de las que podríamos destacar son: fracaso escolar, asunción de rol del agresor, pobre autoconcepto, sentimientos de inferioridad, depresión, impulsividad, dificultades de adaptación social y falta de afecto, desconfianza, problemas con la ley, relaciones sociales disfuncionales, falta de empatía e incluso conductas autolesivas o autolíticas, lo que produce una retroalimentación del rol de agresor, intensificando las conductas inadaptadas a su vez,
En el caso de los espectadores cabría destacar la pérdida de empatía, normalización de la violencia, sentimientos de culpabilidad, miedo y sumisión entre otras.
Consecuencias del bullying a largo plazo
No obstante, el acoso escolar no es algo que finalice cuando la etapa educativa concluye. Sus consecuencias se prolongan a lo largo de todo el ciclo vital tanto en las personas que sufren el acoso como en aquellos que lo realizan, ocasionando dificultades en la adaptación de las nuevas etapas evolutivas y pudiendo derivar a marginalidad social y trastornos adaptativos.
Finalmente, tanto acosadores como acosados pueden acabar desarrollando conductas delictivas, antisociales, vandalismo, robo, violencia, problemas de consumo de sustancias, problemas de agresividad, lo que perpetúa el círculo de las agresiones, convirtiéndose víctimas en agresores. Además, en las edades adultas pueden desarrollar trastornos mentales como trastornos del estado de ánimo, trastornos de conducta, trastornos de personalidad y trastornos de conducta alimentaria entre otros.
Cabe destacar que, al haber tenido un aprendizaje disfuncional en las relaciones interpersonales, pueden producir dificultades de relación social por un déficit de habilidades relacionales, relaciones de apegos inseguros y ambivalentes y desconfianza entre otras.
Es importante saber que las personas que asumen el rol, tanto del acosador como el de la víctima, pueden reproducir dichas dinámicas en otras áreas futuras como en el marco laboral o sentimental/familiar.
Todo esto revela las graves consecuencias en las que deriva el acoso escolar, convirtiéndose con el tiempo en un problema social donde tantos los dispositivos sociales, de salud mental y las autoridades se ven implicados y por lo que su detección precoz, así como la intervención psicosocial son de gran importancia en el día de hoy.
Como se puede deducir de lo hasta aquí expuesto, el problema requiere de un marco de actuación multicausal, focalizando un cambio social y poniendo el foco en algo más que una relación lineal de la represión al agresor y la protección y empoderamiento de la víctima. Esto implica intervención familiar, cambios sociales, educativos y mirar a los agentes implicados más allá de sus conductas.
El problema del acoso escolar va más allá de un problema adolescente, es un problema social, donde los implicados en este fenómeno sufren las consecuencias de medidas de prevención e intervención ineficaces.
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