La Navidad, entendida en el mundo de hoy, es sinónimo de felicidad. Se dejan a un lado los problemas y casi se impone el deber sentirla de esa manera gracias a la publicidad, la presión del entorno y la sociedad en general. Hay que seguir con la tradición, las celebraciones, reunir a la familia, los regalos, las comilonas… y por todo esto, hay que sentir necesariamente alegría y felicidad y, por supuesto, derrochar generosidad.
Pero… ¿qué sucede cuando no podemos forzar el sentir estas emociones positivas, ya que lo que puede generar esta época es todo lo contrario?
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Las personas que sufren alguna alteración mental y son proclives a padecer inestabilidad emocional, estados ansiosos o depresivos, en estas fechas incrementan mucho más su malestar y pueden llegar a sufrir descompensaciones considerables en su estado de ánimo, alimentando más ansiedad o desesperación o melancolía.
Si preguntamos a estas personas por la Navidad, nos podemos encontrar respuestas del tipo: “A mí no me gustan las navidades”, “Me gustaría dormirme y que hubieran pasado las fiestas”, “Me gustaría poder ir a un lugar en dónde no tuviera que celebrar nada”, etc.
Pero, ¿por qué las navidades pueden suponer un problema? Las fechas navideñas llevan implícitos de por sí cambios en la rutina, excesivas demandas por compras y preparativos, conflictividad familiar, ausencias significativas… situaciones asociadas a estrés que pueden disparar los episodios de ansiedad y de depresión.
Todo esto sucede porque hay muchas circunstancias de la Navidad que hacen que psicológicamente no estemos preparados para vivirlas en la expectativa “irreal” que se entiende “normal”.
Este año, dicho malestar se puede incrementar mucho más por la situación de pandemia y por las dificultades que muchas personas han sufrido y están viviendo. A esto hay que añadir un marcado carácter general en la población a estar soportando un desgaste emocional ante la incertidumbre y la frustración de la crisis generada por el coronavirus.
«Si hemos sido capaces de adaptarnos a esta nueva normalidad, podemos adaptarnos a crear un nuevo concepto de Navidad y aprender a vivirla de una forma positiva»
Muchas de estas circunstancias concretas las podemos detallar, por ejemplo:
- En la pérdida de un ser querido: en las situaciones complicadas por la COVID-19 o por otras enfermedades o problemáticas y que pueden hacer que la resolución del duelo sea muy difícil, ya que el recuerdo que sufren les impide sentirse felices.
- En la distancia de la familia, que con las restricciones de movilidad hacen que muchas personas se sientan aún más solas. Por un lado, se puede dar el caso que desde la Navidad pasada muchas familias esperan con ansia de nuevo este compartir en familia, y la incertidumbre que se vive hace inviable esta posibilidad. Por otro lado, puede pasar que estén a pocos kilómetros de distancia, pero la zona perimetral pueda imposibilitar esta cercanía. Estas situaciones generan frustración, impotencia y tristeza, incompatibles con la felicidad.
- En el sentimiento de soledad es un factor fundamental de depresión, y durante la pandemia muchas personas lo están padeciendo con mayor intensidad. Vivir esta circunstancia vital con esa angustia a lo desconocido y sin una visión optimista hacia el futuro desencadena sentimientos de melancolía y desesperanza que lleva a su vez a pensamientos de querer desaparecer.
- Además, no podemos olvidar el factor económico que implica estas fechas, donde de por sí se genera un coste excesivo y un alto nivel de estrés, este año acrecentado por la inestabilidad que se vive ante esta situación con los cierres de negocios, las limitaciones y los desembolsos anticipados para ajustarse a las normativas de seguridad sin una compensación económica. Circunstancias que están asociadas a la falta de control y que suman sentimientos de incapacidad, frustración y desesperanza que no invitan a sentir felicidad.
Se va despidiendo un año con una dura reflexión de todo lo vivido que puede afectar el ánimo si comparamos que las navidades pasadas fueron mucho mejor que estas.
Pero ante todo este panorama… ¿Qué podemos hacer y cómo podemos afrontar la Navidad?
Es muy importante recordar que la época navideña puede ser un tiempo para replantear nuestras metas. Podemos utilizar este tiempo para hacer balance y reconciliarnos con nosotros mismos, con los demás y con todo lo que ha sucedido.
La pandemia que nos está tocando vivir no la hemos elegido, pero si nos instalamos en un estado emocional de resistencia y de no aceptar lo que nos impide llevar nuestra normalidad, vamos a perder un tiempo precioso para poder disfrutar de lo que sí podemos hacer con lo que nos rodea y tratar de ver el lado más amable de esta situación.
Quizás no podamos estar con los nuestros en la distancia, pero sí podemos estar cerca emocionalmente, gracias a las tecnologías podemos mantener el contacto y compartir los sentimientos que nos unen.
Puede que sean las primeras navidades sin un ser querido, hay que darse tiempo y permitir el duelo que genera la pérdida. Quizá hay que escucharse a uno mismo y no obligarse a las celebraciones, pero tampoco es recomendable encerrarse en uno mismo.
Lo más sano es abrirse a los seres queridos, familiares y amigos y dejarse acompañar por ellos, que también están sufriendo la misma situación de pérdida, y compartir momentos y recuerdos que nos pueden ayudar a compensar el vacío que se siente y empezar a vivir con él.
Si hemos sido capaces de adaptarnos a esta nueva normalidad, podemos adaptarnos a crear un nuevo concepto de Navidad y aprender a vivirla de una forma positiva, que nos ayude a disfrutar de los pequeños detalles que tenemos a nuestro alcance. Trabajar en crear nuestros propios adornos, decorar nuestra casa, establecer nuestras propias celebraciones, aunque sean limitadas, darle un resignificado a nuestra Navidad para encontrar algo bueno de las peores situaciones vividas.
Construir una actitud positiva depende únicamente de nosotros y nos hace mirar hacia oportunidades, no quedarnos solo en las limitaciones. Darnos cuenta de que alimentar los pensamientos negativos nos resta y constituye un sesgo de interpretación que nos puede llevar a magnificar lo negativo y minimizar lo positivo.
Quizá es verdad que no tengamos nada que celebrar, pero poner un poco de distancia emocional nos puede servir para ser objetivos. La realidad puede ser desfavorable, pero intentar buscar una perspectiva diferente nos puede dar un giro para tener una visión más favorable.
Esto nos puede ayudar a plantearnos metas realistas a corto plazo y ver cómo llevarlas a cabo, nos mueve a la motivación y a reencontrar un sentido. Tener una actitud abierta y escuchar a las personas positivas que tenemos a nuestro alrededor nos puede impulsar a mirar con perspectiva de futuro.
Esta situación no se va a terminar a corto plazo, pero a pesar de las dificultades, tenemos que tener claro que la forma en que hagamos las cosas nos puede hacer disfrutar de ellas o, por el contrario, sumergirnos en la apatía y la desesperación. Y esto es algo que solo depende de nosotros mismos.
Quizá este post sobre estrategias para mejorar el bienestar emocional te sirva para gestionar y entender mejor tus emociones y, por consiguiente, estar más en calma en estos tiempos tan atípicos.
Recuerda: intenta ver tus necesidades, cómo quieres y deseas compartirlas, y haz tu propia Navidad.
¡Felices fiestas!
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