El concepto de autoestima ha sido muy utilizado tanto a nivel popular como profesional en la práctica clínica, no obstante, en ocasiones resulta difícil de describir.
Podríamos utilizar la propia palabra para describir el concepto y ver la autoestima como la estima que nos procesamos a nosotros mismos. Esta estima depende de múltiples variables tanto internas como externas a la persona. Es decir, es importante lo que ocurre a nuestro alrededor, pero también la manera que tenemos de interpretarlo.
La autoestima no es un constructo estable que se mantenga estático a lo largo de nuestra vida, cambia con el tiempo, con nuestra forma de hacer, de pensar y nuestros aprendizajes tanto presentes como pasados.
Tabla de contenidos
La autoestima y los estilos de apego
Los estilos de apego en la infancia tienen una relación muy fuerte con nuestra autoestima en la edad adulta. De esta manera, por ejemplo, si el apego de un niño es ansioso, es decir, solo explora el mundo si sus figuras de referencia están presentes y todo su crecimiento personal se basa y depende de otros, será más fácil que se generen una serie de aprendizajes y esquemas que favorezcan la tendencia a una baja autoestima.
Pero nuestros apegos no explican por sí mismos la calidad de nuestra autoestima. En nuestro día a día tomamos decisiones, realizamos conductas e interpretamos constantemente nuestro entorno, influyendo sobre él y viceversa. Esta interacción de la persona con el entorno, ya sea social, académico, laboral, familiar, ocio, etc., afecta directamente a nuestra autoestima.
Tendencias de pensamiento que afectan la autoestima
Centrándonos en la forma en la que interpretamos ese entorno, podríamos tener en consideración las siguientes tendencias de pensamiento que afectan directamente sobre la autoestima:
1. Pensamiento rígido
Pensar que, tanto yo mismo como el entorno, tiene o debe de actuar de una determinada manera, guiándose por una serie de normas rígidas que, si no ocurren, hacen de la vida algo insoportable. Esta forma de comprender el mundo es una fuente de decepciones conmigo mismo y con las personas que me rodean.
2. Pensamiento dicotómico
Tender a pensar en términos de todo o nada, blanco o negro. Es la base del perfeccionismo, que paradójicamente, podemos decir que va en contra de una adecuada autoestima. Esta forma de interpretar el mundo hace que abandonemos tareas antes de empezarlas porque: “Para que lo voy a hacer si no va a estar bien”, “O lo hago bien o no lo hago”, o que juzguemos duramente nuestra competencia y la de los demás tanto en esferas profesionales, sociales o personales. Esta forma de interpretar el entorno genera una amplia frustración y daña nuestra autoestima.
3. Abstracciones selectivas
Se trata de centrar nuestra atención en un hecho particular de una situación y sacar conclusiones globales de ella. “Soy un inútil por haber suspendido este examen”, “Mi amigo no me contesta a los mensajes, no le importo a nadie”. Esta manera de interpretar el mundo puede perjudicar a nuestra autoestima, tanto por exceso como por defecto, creando una visión de nosotros mismos sesgada. “He sacado la mejor nota en este examen, soy la persona más lista de la clase”.
4. Falacias de control
Se trata de pensar, por un lado, que mi bienestar nace de lo que hagan otros, por lo que me veo a la deriva, dependiendo de terceros. Esto es la base de las atribuciones externas de mis problemas, que, a corto plazo, me protegen o protegen mi autoestima, pero a largo plazo, hace que no me responsabilice y solucione los problemas que están en mi mano, afectando directamente mi autoestima.
Por otro lado, también consiste en responsabilizarme a mí mismo del malestar o bienestar de otros: “Le estoy arruinando la vida a mi pareja con mis torpezas”. En este caso me culpo y responsabilizo de las desgracias o problemas de otros, afectando directamente a mi autoestima cuando la vida de los que me rodean no se encuentra en la situación en la que pienso que debería de estar.
5. Necesidad de control
Pensar que se puede tener un perfecto control sobre mí, mis emociones y el entorno. Esto es una amenaza continua a nuestra autoestima ya que el mundo está lleno de casualidad y probabilidad y es imposible controlarlo todo. Si se pretende, nos juzgaremos y responsabilizaremos duramente a nosotros mismos de acontecimientos que han nacido de otros factores. Pretender la ausencia de fallo es una fuente de decepciones conmigo mismo y con las personas que me rodean.
6. Necesidad de aprobación
Pensar que debo de ser querido y aceptado por todos los que me rodean. Esta forma de interpretar el mundo nos hace excesivamente sensibles a la crítica y el rechazo ya que “es horrible cuando los demás no tienen una buena imagen de mí”.
En ocasiones, estos patrones de pensamiento nos llevan a actitudes y conductas que se alejan de quienes somos, de lo que nos gusta, de nuestros valores y nuestras creencias con tal de encontrar la aprobación de los demás o evitar el malestar de un posible rechazo. Es importante asumir la imposibilidad de agradar a todo el entorno o de que una persona apruebe todo lo que hago y pienso (creencias, valores, opiniones, gustos etc.).
Éxitos, fracasos y autoestima
Por otro lado, la consecución de logros y éxitos en nuestra historia de vida y cómo los interpretamos, también afecta a nuestra autoestima, por lo que tener un patrón de afrontamiento hacia los problemas y unas atribuciones internas, globales y estables de estos éxitos, nos ayudan a fortalecer la autoestima.
Si tendemos a atribuir nuestros éxitos y fracasos al exterior, a los demás o las circunstancias, no valoraremos nuestros logros y no seremos capaces de aprender de los fracasos.
Un ejemplo de atribuciones de fracaso y su relación con el aprendizaje sería un discurso hacia el fallo como: “Me han suspendido porque era muy difícil y no han sido claros con lo que había que estudiar” frente a “He suspendido porque no me he sabido esta pregunta, no miré estos apartados del libro, la próxima vez intentaré dedicar más tiempo y darles importancia a estos apartados también”. La primera afirmación, protege mi autoestima a corto plazo, pero a largo plazo, no me permite aprender y la debilitará.
Un ejemplo de atribuciones de éxito sería: “He aprobado porque el examen era muy fácil y he tenido suerte de estudiar lo que me han preguntado” frente a “He aprobado porque he estudiado lo necesario y me he esforzado para ello, si sigo así, lo más probable es que siga aprobando”. Cuando hay una tendencia al primer discurso, amenazamos nuestra autoestima al no reconocer nuestros logros como propios.
Esto funciona de la misma manera en otro tipo de situaciones, ya sean sociales, de ocio, laborales e incluso hacia la gestión de nuestras propias emociones.
En conclusión, la autoestima la construimos día a día teniendo en cuenta muchos factores, los más relevantes que se han tratado en este artículo son nuestro estilo de apego o de vincular con el mundo, nuestra forma de interpretarlo y nuestros estilos de atribución de éxito y de fracaso.
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