Las redes sociales se han convertido en una ventaja, pero también un riesgo para la adolescencia, ya que es el medio que muchos utilizan para construir relaciones, expresar sus emociones, gustos, ideas, y para conformar su propia identidad. Internet es su principal fuente de información, además de un medio de comunicación y socialización.
Actualmente las redes sociales, como Facebook, Instagram, Whatsapp, Sanpchat, etc. son la principal herramienta utilizada por los más jóvenes. Millones de adolescentes buscan el refuerzo social a través de estas redes, publicando fotos y contenido personal. Estudios llevados a cabo, muestran el poder adictivo de las redes sociales y la constante necesidad de refuerzo en ellas. La respuesta cerebral del adolescente, al acumular muchos “me gusta”, se asemeja a la respuesta obtenida de comer chocolate, o ganar mucho dinero.
Por otro lado, se ha demostrado, que las redes sociales influyen en el estado de ánimo de los jóvenes. La percepción de disponibilidad continua y el sentimiento de tener que estar siempre conectado y al día de las últimas novedades, está relacionado con sintomatología ansiosa, depresiva y alteraciones del sueño.
Además de lo anteriormente descrito, a las redes sociales se le une el riesgo de los desafíos. Cada cierto tiempo aparece un desafío, “challenge” que se viraliza a través de las redes sociales, impactando directamente en los jóvenes, que quieren llevarlo a cabo para así recibir el reforzamiento inmediato de los demás.
Hoy en día existen diferentes tipos de desafíos, desde los que tienen como objetivo sensibilizar sobre una problemática como el reto “cubo de hielo”, consistía en lanzarse un cubo de agua helada por encima. EL objetivo de este reto era recaudar fondos para la investigación de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), en total se llegaron a recaudar 100 millones de dólares. También existen los que se llevan a cabo porque son divertidos y a la gente les gusta como el “Mannequin Challenge”.
Sin embargo, han surgido retos que sobre todo están dirigidos a los adolescentes, que al poner en peligro su vida lo viven como algo emocionante y atractivo.
La parte racional del cerebro del adolescente todavía está en desarrollo, por esta razón son más impulsivos y tiene una menor capacidad para pensar en las consecuencias que puede tener su conducta. Unido a esto, se encuentra el hecho de que las redes sociales impulsan a conseguir muchos “me gusta”, algo que para el adolescente tiene mucho valor, por lo que cada vez los retos o las fotos que suben son más escandalosas y trepidantes, ya que el único objetivo que hay es ser el que más “me gusta” tiene, y conseguir ser popular.
Por otro lado, factores como la necesidad de gratificación inmediata, la escasa comunicación, la dificultad para tolerar el malestar y la frustración, escaso apoyo familiar y social, baja autoestima, consumo de sustancias, unido la búsqueda del reconocimiento social a través de las redes sociales, están influyendo directamente en el inicio de conductas de riesgo.
Si el problema va más allá y constituye un trastorno por uso excesivo de las redes sociales, una patología muy común entre nuestros adolescentes, existen programas de tratamiento de adicciones a las nuevas tecnologías, adecuados y personalizados que permiten al adolescente descubrir otras actividades y alternativas a estas plataformas tecnológicas y abandonar esta dependencia.
Para concluir, cabe resaltar la necesidad de reforzar la comunicación que se mantiene con el adolescente, tanto desde la familia como en el colegio, un mayor control sobre las redes sociales y de los retos virales que se van iniciando y van alcanzando mayor popularidad. Además, el pasar tiempo con la familia, los amigos y desarrollar actividades saludables que no incluyan estas plataformas, son factores de protección ante los riesgos que entraña las redes sociales.
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