Es habitual sorprendernos pensando “¿estoy bien?” El bienestar es un concepto abstracto que habitualmente cuesta describir con precisión.
Cuando se cierra el año, tradicionalmente las personas tendemos a rememorar los momentos vividos durante el mismo e intentamos dar una respuesta a esta pregunta. Pero ¿qué es el bienestar?
Tabla de contenidos
- 1 Qué es el bienestar y en qué se diferencia del placer
- 2 Indicadores de bienestar para mejorar y sentirnos mejor
- 2.1 1. Tengo la energía necesaria para cumplir bien mis tareas cotidianas
- 2.2 2. Creo que mi vida es útil y valiosa
- 2.3 3. Me siento satisfecho con mi forma de ser
- 2.4 4. Mi vida está llena de aprendizajes y desafíos que me hacen crecer
- 2.5 5. Me siento muy unido a las personas que me rodean
- 2.6 6. Me siento capaz de resolver la mayoría de mis problemas del día a día
- 2.7 7. Disfruto cada día de muchas pequeñas cosas
Qué es el bienestar y en qué se diferencia del placer
Para responder a la pregunta de qué es el bienestar, puede ser de gran ayuda realizar una distinción entre placer y bienestar (pese a no ser conceptos incompatibles). El placer se consigue de manera inmediata, apenas requiere esfuerzo y es corto en el tiempo. En cambio, el bienestar se construye, requiere un esfuerzo progresivo hasta alcanzarlo y es más duradero. Por tanto, es posible que algunas de las conductas que nos llevan a construir nuestro bienestar, no generen un placer inmediato en el momento en el que las hacemos.
De este modo, quedarme una tarde en el sofá comiendo comida rápida, puede generar placer, es algo que no requiere esfuerzo, es agradable a corto plazo y fugaz, pues termina su disfrute en el momento en el que termino la comida y tengo que levantarme.
En cambio, salir a hacer ejercicio físico, podríamos decir que es una actividad que me ayuda a construir mi bienestar. Requiere un esfuerzo, genera beneficios a medio y largo plazo y estos beneficios son más estables en el tiempo si mantengo esta rutina. Por otro lado, si repito la conducta de comer comida rápida en el sofá durante una tarde de forma habitual, deja de ser agradable y comienza a poner en peligro mi bienestar.
Es habitual que cuando se acaba el año, lo acompañamos de propósitos para mejorar nuestro bienestar en el año siguiente. Iniciar estas rutinas es difícil, ya que requiere de tiempo ver su efecto en nuestra vida cotidiana, nuestro estado de ánimo o nuestra propia salud física. Es por ello que la mayor parte de los propósitos de nuevo año fracasan, vienen movidos por la motivación y la ilusión de algo nuevo, lo que hace que caigamos en pensar que el bienestar funciona de la misma manera que el placer, de manera rápida y que se verán cambios a corto plazo con cada pequeño esfuerzo. Por ello nos proponemos objetivos demasiado ambiciosos, queriendo cambiar de manera radical nuestro estilo de vida.
Como ya hemos visto, el bienestar se construye de manera progresiva, por lo que, querer hacer todos los cambios de forma abrupta y pretender beneficios inmediatos y a corto plazo puede hacernos caer en la frustración y el abandono de nuestros deseos.
Indicadores de bienestar para mejorar y sentirnos mejor
Es importante comprender bien el concepto de bienestar y planificar pequeños cambios en las áreas más relacionadas con el mismo, manteniendo esos esfuerzos a largo plazo para así poder ver cómo cambia el estado de nuestro bienestar. Sería adecuado realizar estos cambios independientemente de la época del año en la que nos encontremos, el inicio del nuevo año es un momento tan oportuno como otro cualquiera para realizar una evaluación acerca de cómo me encuentro con mi vida y qué conductas puedo empezar a realizar para mejorar mi bienestar.
Para ello, vamos a coger como modelo algunas de las variables medidas en la versión española del Índice de Pemberton (Hervás y Vázquez, 2013), un cuestionario que nos permite medir el bienestar en población general. Nuestro objetivo es reflexionar acerca de qué conductas concretas puedo empezar a cambiar en mi día a día que pudieran fomentar el grado de satisfacción en las áreas descritas por la prueba como indicadores de bienestar.
1. Tengo la energía necesaria para cumplir bien mis tareas cotidianas
Hace referencia al nivel de actividad que percibo en mi día a día. En ocasiones, cuanto más nos movemos, más energía percibimos que tenemos. En cambio, cuanto más nos aislamos y más estáticos nos encontramos, menor energía percibimos.
Por ejemplo, de esta manera, un domingo a mediodía, puedo percibirme sin energía: he estado tumbado en el sofá desde que me levanté de la cama, con el pijama puesto viendo la tele y pasando canales. En cambio, otro día, al levantarme tras haber dormido menos horas, me visto, voy a dar un paseo, quedo con un amigo a tomar algo y cuando llego a casa a medio día me siento enérgico. Podemos proponernos pequeños cambios que fomenten nuestra actividad diaria, hacia un modelo de vida más activo.
2. Creo que mi vida es útil y valiosa
El ser humano tiende a sentirse mejor cuando se encuentra absorto en proyectos propios o ajenos en los que se siente útil y válido. Esto no debe de llevarnos exclusivamente a proyectos laborales o que se asocien a alguna remuneración, sino a proyectos de ocio, relacionados con el crecimiento personal, etc., por ejemplo, aprender un idioma, planificar un viaje, desarrollar un hobby, ayudar a un amigo…
3. Me siento satisfecho con mi forma de ser
Hace referencia a cómo me encuentro con mi personalidad. La personalidad es la tendencia a pensar y comportarme de una determinada manera. Para mejorar esta área, es necesario identificar cuáles son los rasgos de personalidad que me ayudan a crecer y me hacen sentir bien en mi día a día y cuáles de ellos me generan problemas.
4. Mi vida está llena de aprendizajes y desafíos que me hacen crecer
Este ítem hace referencia al beneficio que tiene en la vida de las personas el mantener actividades y objetivos que se perciban como un reto para la persona, es decir, actividades que se aprecien como realizables, con una dificultad adecuada y que pese a que supongan un esfuerzo puedan solventarse, dando como resultado un crecimiento personal.
Por otro lado, algunas de estas actividades u objetivos pueden ser percibidas como amenaza, es decir, situaciones que pese a realizar un esfuerzo, no van a poder realizarse satisfactoriamente, de las cuales nos veremos terriblemente afectados y no traerán un crecimiento personal tras ellas.
En muchos casos, es un problema de interpretación en el que no ajustamos bien nuestras capacidades a lo que nos pide el entorno, en otras, distorsionamos e iniciamos tareas llevados por la ilusión y motivación de un nuevo año, las cuales no podremos acabar, o bien por capacidad o por tiempo o por recursos disponibles. Convertimos lo que inicialmente era un reto, en una amenaza.
5. Me siento muy unido a las personas que me rodean
Hace referencia a de qué forma puedo sentirme más vinculado a las personas relevantes en mi vida o a generar vínculos nuevos. El ser humano es un ser social y, por lo tanto, no es de extrañar que las relaciones con otros sean una variable que juegue un papel importante en el bienestar.
Desde el concepto que llevamos trabajando en este texto, en esta área, las relaciones sociales también se construyen, se cuidan y se trabajan con el tiempo. Podemos ponernos pequeñas rutinas que nos acerquen a los demás.
6. Me siento capaz de resolver la mayoría de mis problemas del día a día
El nivel de competencia que percibimos para poder movernos en nuestra vida cotidiana. El manejo que percibo sobre mi vida diaria. La funcionalidad e independencia que una persona percibe en su día a día es un factor importante para su bienestar y, de nuevo, se trabaja y construye día a día.
Atiende a las tareas que dominas y proponte pequeños cambios para mejorar las que no.
7. Disfruto cada día de muchas pequeñas cosas
Es importante comprender que solo percibimos lo que atendemos. Por lo tanto, es de gran ayuda para construir mi bienestar el focalizar la atención y detenerme a apreciar las pequeñas cosas diarias y cotidianas que son potencialmente disfrutables en mi vida. Tomar un café al sol, escuchar una música agradable, paladear una comida que me gusta, atender y apreciar una sonrisa, dar valor a un ‘gracias’, etc.
Es habitual que todo esto esté en nuestra vida, que lo demos por hecho y no paremos a atenderlo plenamente, por ello no lo percibimos, no lo valoramos y no llega a generar disfrute en nuestra vida.
La revisión de estas áreas para mejorar no debería realizarse cada año, sino de una manera frecuente, pretendiendo pequeños cambios que mejoren el grado de satisfacción con cada una de ellas, acercándonos al bienestar.
Por lo tanto, el bienestar es una construcción que podemos realizar en el día a día con pequeños cambios dinámicos, que mantenidos en el tiempo aumentan mi satisfacción con la vida. Es decir, el bienestar no es algo que podamos alcanzar de forma inmediata y podemos frustrarnos o generar emociones desagradables si lo pretendemos.
Motivarnos a realizar cambios bruscos en nuestra vida, movidos por el nuevo año, puede desembocar en esta frustración, ya que las conductas que nos guían hacia el bienestar, no producen cambios bruscos o inmediatos, requieren de tiempo y de un cuidado constante y progresivo que lo incremente y mantenga.
Si realizamos estos propósitos de una manera poco ajustada, realista y buscando con impaciencia el cambio en el bienestar con nuestra vida, podemos caer en el fracaso repetido de este proyecto año a año. Esto puede hacernos entrar en un proceso de indefensión aprendida, en el que entendemos que nuestra vida no va a cambiar por mucho que nos esforcemos y, por tanto, nos rendimos en nuestros intentos de mejorar y acercarnos a ese concepto abstracto que es “el bienestar”.
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