El miedo a las agujas, conocido como tripanofobia, afecta a un porcentaje significativo de la población, estimado entre un 5% y un 10%. Este temor a menudo está relacionado con el miedo a las heridas y el miedo a la sangre. En la infancia, es común que los niños desarrollen miedos irracionales, y entre los 3 y los 6 años, el miedo a las inyecciones y a los médicos puede ser más intenso.
Este miedo puede originarse a través del proceso de aprendizaje, como observar a otros llorar durante una vacunación o recibir mensajes de personas que comparten su temor. En la mayoría de los casos, estos miedos se racionalizan con el tiempo y se normalizan en la edad adulta.
Sin embargo, cuando el miedo a las agujas es muy intenso y comienza a interferir en la vida diaria, como evitar pruebas médicas o visitas al médico, puede considerarse una fobia. Los síntomas pueden incluir ansiedad, pensamientos irracionales, miedo extremo, intentos de evitar situaciones relacionadas con agujas y síntomas físicos como mareos y náuseas.
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La terapia psicológica es eficaz para tratar las fobias, por lo que es importante buscar ayuda profesional si el miedo es incapacitante. Evitar las citas médicas debido al miedo puede empeorar la situación a largo plazo.
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