En ocasiones podemos sorprendernos a nosotros mismos realizando un determinado comportamiento de forma repetida a pesar de habernos propuesto firmemente el dejar de hacerlo y acabar con esa conducta adictiva o adicción. Es entonces cuando sentimos que perdemos el control de lo que hacemos, que no somos capaces de decidir muchas veces cómo actuar, o cómo no actuar y nos sentimos indefensos ante nosotros mismos.
Estos comportamientos se relacionan con el consumo de determinadas sustancias que confunden a nuestro cerebro produciendo artificialmente sensaciones placenteras o retirando temporalmente emociones desagradables o preocupaciones de nuestra cabeza, como puede ocurrir con el tabaco, el alcohol, el cannabis, etc.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que puede ocurrirnos también con determinadas actividades que realizamos de forma compulsiva y repetitiva, como los juegos de azar, los videojuegos, el uso de redes sociales, el uso del móvil etc. Por ello, es habitual que pudiéramos haber aprendido que estas conductas son un refugio para evitar el sufrimiento, evadirnos de nuestro malestar o incluso, en sus inicios, nos transmiten una serie de efectos positivos en nuestra vida.
Este aprendizaje lo mantenemos en la actualidad, muy frecuentemente evitando el malestar que la propia conducta provoca. Por ejemplo: Consumo alcohol para socializar y disolver mi vergüenza, pero con el tiempo, puedo acabar usando esta sustancia para evitar la vergüenza que me produce las conductas que he realizado bajo sus efectos.
Por otro lado, y debido a sus efectos positivos a corto plazo, asocio este tipo de conductas como el consumo a emociones placenteras, por lo que aprendo que es una buena manera de sentirme bien y recurro a ella en los momentos difíciles. Es decir, condicionamos determinadas sustancias o conductas a eventos positivos y es por ello por lo que de forma automática aparece el deseo de realizarlas, tanto para celebrar como para paliar nuestro malestar.
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¿Cómo podemos prevenir una adicción?
El consumo de sustancias y las conductas adictivas se inician con mayor frecuencia en los momentos en los que estamos pasando un sufrimiento o un estado emocional negativo. El miedo a lo que vaya a pasar, la rabia, la tristeza, son algunos ejemplos. Por ejemplo, cuando muere un familiar, perdemos el trabajo, cortamos una relación de pareja o tenemos un familiar enfermo.
Las conductas adictivas y las sustancias con frecuencia son un escape inmediato a nuestro sufrimiento emocional. Sin embargo, suelen funcionar como una conducta evitativa ante los problemas, impidiéndonos a la vez resolver los mismos y en muchos casos sumando aún más motivos para sentir esas emociones desagradables y por lo tanto volver a desear utilizar la sustancia para evitarlas.
Por ese motivo es importante que tengamos especial cuidado a la hora de consumir sustancias en momentos difíciles de la vida, es una tentación para nuestro cerebro usarlo como vía de escape y “regular” nuestro sistema emocional.
Por otro lado, cuando identificamos situaciones que no podemos afrontar sin la sustancia (por ejemplo, actividades sociales o laborales) debemos encender una alarma por el peligro de que esto se convierta mas adelante en una necesidad. Nuestro cerebro aquí esta empezando a aprender y asociar el uso de ella a efectos agradables o a paliar emociones desagradables, dándole una función de “regulador emocional” en nuestra vida.
Esta regulación, como hemos mencionado, es “cortoplacista” y no nos expone a afrontar las situaciones de nuestra vida imposibilitando el aprendizaje de formas más útiles de gestionar nuestro malestar a largo plazo.
Por ello, podemos encontrarnos utilizando, “las herramientas aprendidas” (el consumo o la conducta) sin cuestionarnos en ocasiones si son las más adecuadas a medio y largo plazo y, por lo tanto, sin aprender estrategias adecuadas y duraderas para hacer frente a nuestra vida y malestar emocional.
¿Cómo podemos saber si estamos sufriendo de una adicción?
La adicción se define como una enfermedad física y psicoemocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación. Sin embargo, una adicción no necesariamente se tiene que hacer a diario. A veces podemos tener una dependencia a una sustancia y consumirla solo en determinadas ocasiones o cada cierto tiempo. Por ejemplo, el consumo ocasional de alcohol, si nos genera conductas problemáticas o de riesgo de las que con frecuencia nos arrepentimos, ya es un problema en el que debemos intervenir.
Una de las claves mas útiles es pensar en si necesitamos de la sustancia o la conducta para dejar de encontrarnos o sentirnos mal en determinados ambientes. Cuando el consumo de sustancias es frecuente, podemos observar que en el momento en el que este se suspende, aparece lo que llamamos; “síndrome de abstinencia”, que mejora cuando volvemos a consumir la sustancia. También puede ocurrir cuando necesitamos la sustancia para determinadas situaciones, por ejemplo “no puedo pasarlo bien con mis amigos si no consumo estas sustancias”.
Sin embargo, con mucha frecuencia son los demás quienes primero identifican nuestra dificultad para controlar, disminuir o ajustar determinado comportamiento. Es muy frecuente que nos demos cuenta de que hay cosas que nos están haciendo sufrir, pero solemos pensar que el problema está en quienes nos rodean, las circunstancias externas, el trabajo, la política del país o la situación económica, haciéndonos sentir mucha rabia e impotencia por pensar que es culpa de otros lo que estamos sufriendo y que no podemos hacer nada para cambiarlo.
Esta postura puede dificultar nuestro cambio ya que las atribuciones externas de mi problema, van a hacer que no me movilice para solucionarlo. (Es el entorno y los demás el que debe cambiar, si otros cambiaran yo estaría mejor etc.)
Podemos dejar pasar un tiempo valioso entre medias de que nuestro entorno perciba nuestro problema y que nosotros nos convenzamos de ello. Durante este tiempo suele deteriorarse nuestra relación con los demás y es habitual que experimentemos sufrimiento nosotros y quienes nos rodean. Además, en muchos casos hace que la corrección del problema sea cada vez mas difícil.
¿Qué hacemos si nosotros o quienes nos rodean creemos que padecemos de una adicción?
Siempre que exista la duda es recomendable acudir a un profesional que pueda guiarnos en el proceso de identificación y solución del problema.
Es importante entender que el consumo de la sustancia o la conducta adictiva normalmente está cumpliendo una función (aunque muchas veces no nos demos cuenta) y por lo tanto quizás necesitemos adquirir otras herramientas que nos ayuden a aprender a vivir sin la sustancia o la conducta en mención.
¿Las adicciones se curan?
Todas las adicciones, por imposible que parezca, pueden tratarse y mejorar, permitiéndonos volver a hacer una vida normal y consiguiendo nuestros objetivos personales.
Incluso aunque en este proceso podamos tener recaídas, siempre hay oportunidad de aprender de ellas y conseguir dejar de realizarlas. Es importante no caer en una actitud pesimista y presa de la frustración que nos haga pensar que “esto no tiene solución”, la cual solemos llamar el estado de indefensión.
Es bien conocido que este es un estado fruto de la propia adicción y que a la vez dificulta mucho su tratamiento. Cuando esto ocurra vale la pena dejarnos guiar por un terapeuta que nos ayude a ver con claridad las expectativas y posibilidades que tenemos para manejarla.
En la Clínica López Ibor ayudamos a abandonar estos hábitos a través de un programa diseñado específicamente por un equipo de profesionales cualificados para conseguir dos objetivos iniciales: la desintoxicación y la recuperación. Una vez logrados estos objetivos, se inicia la fase del cambio conductual, de favorecer hábitos saludables y de la mejora de las relaciones sociales y familiares.
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