“Año Nuevo, vida nueva”. Este dicho popular, tan recurrente a principios de año, nos provoca un cierto espíritu optimista, la convicción de que con todo inicio de ciclo se abren nuevas oportunidades invitándonos a reflexionar y a hacer un balance de los logros y reveses del año que termina. Una reflexión que suele llevar emparejado un arsenal de buenos propósitos para el nuevo año destinados a que el ciclo que se inicia el 1 de enero sea mejor que el que concluyó el 31 de diciembre.
Pero… ¿qué ha sido de todos aquellos buenos propósitos del anterior año? ¿Cuántos mantenemos vigentes? ¿Hemos tenido suficiente fuerza de voluntad? ¿Tenemos la motivación necesaria para ello? En términos generales, la respuesta común a estas preguntas suele ser “no”. ¿Por qué?
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¿Por qué los propósitos de Año Nuevo nunca se llegan a cumplir?
Los estudios demuestran que, pese a que más de la mitad de las personas adultas establecen sus propósitos de año nuevo, únicamente el 10% son capaces de ejecutarlos. Desde la perspectiva de un terapeuta ocupacional estudiamos lo fácil que resulta caer en malos hábitos y el porqué, incluso cuando se han dejado, y lo sencillo que es recaer.
Los propósitos van relacionados, generalmente, a cambios radicales de vida o comportamientos que conforman una rutina, siendo los más comunes perder peso, hacer ejercicio, dejar de fumar, dejar de beber, ahorrar, aprender un idioma… por lo que realizar dichos cambios supondría un cambio drástico en nuestra vida.
La principal razón por la que finalmente no se llevan a cabo es que se establecen o bien demasiados o bien irrealistas; pero también por crearlos en base al “síndrome de la falsa esperanza”, síndrome que se caracteriza por las ideas irrealistas de una persona sobre el cambio, el rápido proceso del mismo (que como ya hemos mencionado viene generalmente de hábitos consistentes en la rutina de la persona) y la rapidez con la que se pretende conseguir cambiar ese comportamiento.
6 formas de pensar que hay que cambiar para cumplir los propósitos de Año Nuevo
Para cambiar nuestro comportamiento diario es necesario cambiar en primer lugar la forma en la que pensamos.
1. Ser realista
Comenzar por establecer propósitos que sean alcanzables y prácticos. Si nuestro propósito es comenzar a comer de forma saludable, lo realista sería ir introduciendo alimentos que nos beneficien y reduciendo la ingesta de fast food de forma progresiva, intentando combinar ambos, hasta que finalmente nuestro hábito alimenticio sea saludable (aunque nos permitamos algún exceso de vez en cuando). Lo mismo podría aplicarse al ejercicio, al alcohol, los aprendizajes…
2. Paso a paso
Una de las formas más fáciles de fracasar es tener demasiados propósitos e intentar cumplirlos todos de una sola vez: dejar de beber y de fumar, ir al gimnasio, comer más sano… Todos ellos son buenas resoluciones, no obstante, intentar conseguirlo todo al mismo tiempo es poco realista. Comienza por un propósito y céntrate únicamente en ese; una vez lo hayas logrado, pasa al siguiente.
3. Ser SMART
Como cualquier otro objetivo, este ha de ser e(S)pecífico, (M)edible, (A)lcanzable, (R)elevante y establecido en un (T)iempo:
- Específico: es la clave para lograr cualquier objetivo. En lugar de decir “quiero correr más”, consideramos decir “quiero ser capaz de correr 5 km”.
- Medibles: un propósito medible nos permitirá ver el progreso durante el proceso. Continuando con el ejemplo de “correr más”, ¿cuánto es más? “Quiero llegar a correr 5 kilómetros”, sin embargo, es medible, y con esa medida seremos capaces de establecer cuánto hemos progresado para alcanzar esos 5 kilómetros cada semana.
- Alcanzable: asegurarnos de que podemos alcanzar nuestro objetivo. Si nunca hemos corrido, establecer como objetivo “ser capaz de correr una maratón en dos meses” es prácticamente imposible en ese momento, aunque quizá más adelante sí sea alcanzable.
- Relevante: los objetivos únicamente son necesarios si con ellos mejoramos nuestra calidad de vida; si con ellos no conseguimos nada, o nada positivo, no son propósitos a conseguir. Si nuestro objetivo es correr simplemente porque nuestro entorno lo hace, pero no es un deseo genuino porque se quiere conseguir para uno mismo y no para los otros, será mucho más difícil de alcanzar, ya que la motivación para conseguirlo no es genuina en el crecimiento propio.
- Tiempo: establecer unos tiempos para lograr los objetivos hará que seamos más constantes, ya que nos obligará, en cierta medida, a marcarnos unos límites en el tiempo.
4. Exteriorizar propósitos
Hacer conocedor al ambiente que nos rodea de nuestros propósitos no solo hará que la motivación sea mayor, sino que facilitará que estos no interfieran en negativo en la consecución de los mismos. Por ejemplo, si estamos intentando dejar de fumar y nos ofrecen un cigarrillo, podremos pedir ayuda si es necesario.
5. No limitarse
Cambiar un comportamiento o algún aspecto de este no ha de ser exclusivo al inicio del año. Cada día puede ser el primero para comenzar el cambio, el primer paso es la voluntad y puede aparecer en cualquier momento.
6. Aceptar los errores
Es inevitable cuando estamos tratando de romper un hábito o comenzar otro que haya recaídas en aquellos que queremos dejar atrás, pero no por ello debemos dejar que estos nos hagan sentir culpables, o peor, que hagan sentir un fracaso y desistamos de nuestro propósito. Un mal hábito puede tardar años en desaparecer y no hay atajos a la hora de superarlo, por lo que saber perdonarnos y continuar avanzando en los progresos que ya hemos alcanzado es vital para conseguirlos.
Siendo nuestro propósito el cuidado personal, ya sea a través del deporte, la alimentación o dejando hábitos no saludables, conseguiremos ir creando poco a poco un hábito en la que el autocuidado sea una prioridad, mejorando así tanto nuestra salud física como la salud mental. Es vital, por tanto, que seamos conscientes de ella, y si es necesario pedir ayuda para conseguirlo.
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En definitiva, la importancia de los propósitos va mucho más allá de un nuevo año o una nueva etapa. Ser conscientes de la necesidad de cambio y tener la voluntad para lograrlo nunca ha de depender de una fecha en concreto; depende de que un día, y puede ser cualquiera, decidamos que es el momento de priorizarnos y cuidarnos. Cada día.
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